

A LOS PIES DEL CORDERO
Estoy huyendo de feroces dragones
que quieren destrozar mi alma,
pero mi cuerpo está cansado,
mis pies están llagados
y no puedo caminar más mi Señor Jesús.
Donde estas,
dónde está mi Cristo Amado,
donde te escondes
que mi espíritu clama por Tu presencia.
Pero...
quien soy yo
para pedir menos dolor
que el dolor de mi Señor?
Soy solo
una hoja que mece el viento,
soy solo
una gota de agua
que se diluye en el océano.
Misericordia?
Misericordia a mi dolor?
Me duele Señor,
me duele el alma,
pero acaso
es que la naturaleza
gime en su transformación?
No,
solo espera,
no se rompe,
no grita,
solo se entrega en una amorosa espera.
En ti Mi Señor
todo lo espero,
en mi agonía
todo lo aguardo,
porque no es la gota de agua
la que contiene al océano,
es la gota de agua
la que se entrega, no queriendo ser,
sino pertenecer.
Misericordia?
Misericordia a mi dolor?
Perdón Señor,
perdón por mis gritos de desesperanza,
perdón,
por mi falta de entrega,
perdón
por no saber esperar en tu dulce presencia.
Misericordia Señor
pero a mi falta de fe,
misericordia Señor
pero a esta alma necia
que reniega de su cruz.
Misericordia Señor
pero a este cuerpo
que en su fragilidad
busca excusas para no amarte.
A los pies del Cordero,
a los pies de mi Señor,
donde mi vida encuentro,
en ese silencio
en esa comunión
donde mi alma se encuentra ante Tu presencia.

